Existen futbolistas que van más allá del simple estereotipo de jugador de pelota aislado de las dinámicas de la vida social. Benjamín Zarandona es, sin duda, uno de ellos. El ex jugador de Valladolid y Betis, entre otros, vive entre España y Guinea Ecuatorial, un lugar cuya cultura lleva en la piel y en el alma. Ahora que ya no juega al fútbol, su misión es la de educar a los niños a través del balón, pero sin olvidar el respeto.
¿Dónde vives ahora?
En Valladolid, donde nací. Pero de vez en cuando voy a Guinea donde he montado hace poco un campo de fútbol en un orfanato en Malabo, la capital. Pero es en Valladolid donde desarrollo la mayoría de mi trabajo, que además de las colaboraciones en periodismo deportivo nacional tiene que ver con la educación de los valores educativos en los chicos de fútbol base con los que vivo el día a día.
¿Hace mucho que trabajas para el orfanato en Guinea?
Unos siete años. De hecho ahora estoy organizando la cena benéfica que haremos pronto en Madrid en la que participarán 115 partidas, a la que seguirá un partido benéficos para recaudar fondos para el orfanato, en el que residen 130 niños.
¿Qué le enseñas a los niños que se acercan al fútbol, tanto aquí como en Guinea?
Ante todo que tengan ilusión, ningún tipo de prisa y que respetan tanto a los compañeros como a los rivales. Para un niño tiene que ser un placer jugar al fútbol, lo que implica tener placer en entrenar también.
Pero supongo que tú no jugabas en ningún césped limpio en tus comienzos…
¡Qué va! Recuerdo que con mi hermano jugábamos en la calle, en la cochera, donde podíamos. Hasta que un día un señor que entrenaba en el Club deportivo Don Bosco le dijo a mi padre que fuera a jugar allí, hasta que llegó el Valladolid y me fichó.
¿Qué te dio el Valladolid?
Me enseñó a aprender los valores del fútbol. A mi y a mi hermano nos pagaban también el transporte público y también algo de sueldo extra. De los cinco que subimos de juvenil finalmente fui el único en subir al primer equipo, lo que me llenó de orgullo.
Después llega un tal Luis Aragonés…
Él me quiso para el Betis, aunque no llegué a hacer más de diez entrenos con él. Sin embargo no olvidaré nunca la intensidad de aquellos ejercicios pero sobre todo su personalidad que imponía respeto. Luis te enseñaba a colocarte bien en el campo y su mayor virtud era ser honesto y directo, siempre decía lo que pensaba. Me supo mal cuando, después de poco días, se marchó tras cabrearse con la dirigencia. Nunca volví a trabajar con él.
De hecho fue Aragonés quien puso las bases del triunfo de la selección española de 2008 a 2012. ¿Crees que el fútbol le debía algo?
¡Totalmente! Su victoria en la Eurocopa ha sido un premio merecido por apostar por el juego que hizo grande a España. Además era un técnico que tenía el respeto de los jugadores, fue Luis quien hizo creer a los componentes de aquella plantilla que podrían finalmente ganar algo.
Pese a todo, después de su partida del Betis, has llegado a vivir una de las mejores épocas de este equipo…
Sin duda. Los ocho años en el Betis han sido lo mejor que me ha podido pasar. Bajamos a Segunda, y después de haber subido todo fue estupendo: ganamos la Copa del Rey e incluso logramos una histórica clasificación para Champions. Además la afición del Betis es una maravilla, es gente de fútbol, amable pero capaz de crear un gran ambiente en el estadio.
Según José Antonio Reyes un derby de Sevilla es muy especial…
Es un partido muy sentido, por mi parte es el partido más intenso que yo he jugado, durante el cual más inquieto he estado. Y cuando ganas un derby es una liberación, una emoción indescriptible.
En este Betis has compartido vestuarios con fenómenos como Finidi, Denilson, Joaquín…
Unos jugadores fantásticos. Recuerdo que con Finidi estreché una excelente relación: él me acogió cuando llegué y estuve viviendo en su casa por un tiempo. Y además de ser un tipo magnífico era un jugador extraordinario, elegante, con zancada, parecía que flotaba en el campo. Denilson tenía un talento único, pero creo que al final ha sido Joaquín el mejor jugador con el que he compartido vestuario.
¿Joaquín era tan juguetón aún siendo tan joven?
Pfff sí. Recuerdo que una vez bajó mi madre de Valladolid para visitarme después de las fiestas de Navidad y me trajo un roscón. Lo dejó en la ciudad deportiva el viernes para que yo fuera a buscarlo a mi vuelta el lunes. Cuando llegué no quedaba rastro del roscón, ¡porque Joaquín lo había abierto y se lo habían zampado todo!
¿Cuál fue el mejor momento de tu carrera?
Si bien el ascenso del Betis fue una emoción impresionante, me quedo con la victoria de la Copa del Rey y también con la clasificación de Champions que conseguimos, aunque el año en que ganamos la Copa fue extraordinario y espectacular, porque ganar un trofeo siempre te da algo más. Pero hablando personalmente siempre recordaré un gol contra Osasuna que marqué de falta, pero porque no estaba Marcos Assunçao…
Éste sí que sabía chutar faltas…
En mi opinión ha sido el mejor lanzador de faltas de siempre. Recuerdo que en los entrenos metía 7 de 10. Además se entrenaba de manera particular: ataba un peto en el larguero un poco descolgado y le daba con el balón para que volara, y casi siempre lo conseguía. ¡Increíble!
Otro entrenador al que le debes mucho es Javier Clemente…
Fue el primero que me convocó en la sub 21 con la que jugué una Eurocopa en Bari y me crucé con Francesco Totti, un fenómeno impresionante que ganó aquel torneo él solito. Después Clemente me apuntó en la preselección para la absoluta que iría al mundial 1998 aunque finalmente no fui convocado. Él también dice las cosas a la cara, es muy campechano, habla claro y no es falso, por eso me encantó la época en la que estuve a sus órdenes en el Betis.
Recuerdo, además, que no se creía que mi padre fuera de Bilbao y nos reímos mucho de eso. De hecho creo que, al ser mi padre de Bilbao, hubiera sido la hostia jugar en el Athletic.
¿Te dolió mucho no ir al mundial de Francia?
Era una esperanza pero sabía que iba a ser complicado, porque aún no había debutado con la absoluta. Y al final el mundial es cada cuatro años y si pierdes el momento y cambia el entrenador, y de paso la dinámica, ya estás.
¿Tu alma y sangre africana te ayudaron para formarte en el fútbol y en la vida?
Yo creo que sí, he llegado a tener más raza, a crecer y a curtirme a través del sufrimiento. Y creo que si no sufres en la vida acabas teniendo menos satisfacción personal.
¿Estamos derrotando al racismo en el fútbol y en la vida?
Creo que hemos evolucionado bastante. En mi época, sobre todo en campos de Segunda B y de Tercera te insultaban de muy cerca y era todo menos mediático. Hoy, gracias a la televisión y a las imágenes hemos avanzado en denunciar y se ven cada vez menos manifestaciones de este tipo. Pero aún nos queda camino y hay que tener mucho cuidado.
¡Cuál ha sido la importancia del papel de un jugador como Samuel Eto’o en la denuncia del racismo en el fútbol?
Fundamental. Como lo ha sido el de Boateng. Me parece bien que si te están llamando negro te niegues a jugar, porque pretendes el mismo respeto de los demás.
Antonio Moschella con la colaboración de Massimiliano Riverso.