«La idea es ir a Melilla y jugar con dos cojones». La frase de Santiago Solari ante la prensa aquel 30 de octubre resonó resonó muy fuerte en cada rincón de Valdebebas. La plantilla necesitaba un sacudón anímico y el flamante entrenador interino daba muestras de saber cómo conseguirlo. No habían pasado ni 48 horas de la paliza del Barcelona en el Camp Nou, un 5-1 que dejó a la Casa Blanca en un insólito noveno puesto de La Liga y terminó de derrumbar a un Julen Lopetegui sobrepasado por la realidad, que lo azotaba como nunca había imaginado.
En los primeros días de su ciclo, el Indiecito parecía haber logrado lo que ni los más optimistas esperaban: demostrar que el equipo era en definitiva un león dormido que él, tal vez con poca experiencia como entrenador pero con un pasado Galáctico que le dejó una armadura a prueba de todo, sabía despertar y domar.
Sin embargo, cuando los fantasmas parecían haber quedado atrás, llegó el durísimo 0-3 ante Eibar. En el primer encuentro de Solari desde que lo oficializaron como entrenador del Primer Equipo (firmó contrato hasta 2021) el Real Madrid volvió a mostrar la misma cara pálida, anémica y desorientada de los días de Lopetegui. Y, como era de esperarse, con el primer tropezón comenzaron a llover las críticas al entrenador, que por su cartel de novato lo lastiman el doble. En un gigante como Real Madrid la paciencia es cero, y hay quienes dicen, inclusive, que Florentino Pérez ya le está buscando un reemplazo.
Puede que lo ocurrido el sábado deje la sensación de que nada ha cambiado, pero lo cierto es que desde su llegada Solari comenzó un proceso para enderezar el barco que incluyó decisiones osadas en muy poco tiempo de trabajo, producto de la seguidilla de compromisos que forman parte de un agitado calendario de fin de año de Real Madrid. Para demostrarlo, repasaremos los números y las piezas más importantes que movió Solari durante la “luna de miel”, durante esas primeras dos semanas donde el mundo del fútbol lo miraba de reojo, sí, pero con sorpresa por el cambio de cara que había demostrado el equipo pero, sobre todo, por los resultados inobjetables. ¿Hay trabajo y fundamentos futbolísticos a largo plazo detrás de su mensaje de coraje y amor a la camiseta? ¿Merece su plan el tiempo necesario para tomar forma y verse plasmado en el campo de juego?
La contundencia
Hasta la goleada sufrida ante Eibar, los números del Real Madrid de Solari asombraban: el merengue había ganado los 4 encuentros disputados, con 15 goles a favor y apenas 2 en contra. Fueron 13 días que poco tuvieron que ver con los 120 que duró la era Lopetegui, cuando la Casa Blanca cosechó apenas el 47,6% de los puntos y atravesó verdaderas sequías en rendimiento y efectividad, llegando a pasar hasta 4 partidos consecutivos sin una sola diana.
Para poner a ambas conducciones en contexto, bien vale la referencia histórica: el promedio del Real Madrid en la temporada 2017/2018 fue de 2,38 goles por partido, una cifra apenas superior a los 2,19 que ostenta la Casa Blanca contando todos sus encuentros oficiales de 1902 a la fecha. El ciclo Lopetegui, en cambio, redondeó 1,5 anotaciones por juego. Y el de Solari en esas dos primeras semanas fue de 3,75.
Sin embargo, de nada sirve convertir un gol si el rival hace dos. El Real Madrid de la «luna de miel» de Solari pareció basarse en ese principio, y lo cierto es que, además de su poderío en ataque, también había resuelto el aspecto defensivo: en 3 de los 4 partidos se fue con la valla invicta. Así, los dos goles que anotó el Celta de Vigo el 11 de noviembre llevaron al equipo del argentino a ostentar una media de 0,5 goles encajados por partido, mientras que la era Lopetegui terminó con un registro de 1,4, una cifra que, si bien es alta, no contrasta tanto con los números históricos de la Casa Blanca (1,13) o lo logrado en la 2017/2018 (1,11).
Los nombres
“No hay jugadores en la primera plantilla del Real Madrid que no tengan nivel para la primera plantilla del Real Madrid”. Solari fue claro en su primer contacto con la prensa: su arribo, temporal o permanente, debería ser entendido por los futbolistas como la posibilidad de empezar de cero, de demostrar por qué están donde están.
El caso de Vinicius, a quien el argentino se refería puntualmente en esa declaración, es uno de los más emblemáticos. El fichaje por el que Florentino Pérez desembolsó 45 millones de euros apenas si había disputado poco más de 10 minutos con Lopetegui, y estaba relegado a sumar experiencia en la plantilla B. Pero cualquiera que haya visto un partido del joven brasileño en el Castilla sabe que la Segunda División B le queda pequeña, y sus buenos rendimientos hicieron que Solari no dudara en traerlo consigo al primer equipo. El chico hoy es parte habitual del sistema de rotaciones del entrenador, y sus buenas actuaciones han devuelto la esperanza en la afición.
Sin embargo, ese no es el único caso que define a la administración Solari: ya en su debut ante Melilla, por ejemplo, quitó a Marco Asensio de la banda izquierda, donde se sentía arrinconado en la etapa anterior, y lo ubicó suelto, por detrás de Benzema, otorgándole la libertad creativa que los jugadores como él tanto necesitan. E hizo debutar a dos canteranos: Javi Sánchez y Cristo, de correctísimos rendimientos.
Otro rasgo particular del equipo del argentino son los laterales, pues en esas dos semanas, a diferencia de su antecesor, comenzó todos los partidos con Álvaro Odriozola por derecha y Sergio Reguilón, otro de sus pupilos, por izquierda. Los dos rindieron con creces, y aunque no caben dudas que Marcelo y Dani Carvajal son titulares en el once inicial ideal, siempre es bueno para la Casa Blanca saber que, si los problemas físicos de los consagrados persisten, cuentan con sustitutos listos para el desafío.
Táctica, estrategia y preparación
Solari sabe que lo que esta plantilla más necesita, por ahora, es recuperar la base de confianza de la que todo equipo ganador depende. Pero eso no significa que no haya plan para una vez que las cosas vuelvan a su lugar. Hasta el momento se ha demostrado pragmático y flexible en los sistemas, sin miedo a cambiar de un partido a otro o inclusive durante el transcurso de los mismos; sin embargo, su ideología no se negocia, e incluye fútbol ofensivo, con laterales profundos para ensanchar el campo de juego y, sobre todo, mucho sacrificio de parte de cada uno de los involucrados.
Para estar a tono con esa última demanda, el argentino apeló al regreso de Antonio Pintus en la preparación física: el italiano, muy querido por los jugadores y que tantos elogios ha cosechado durante su período con Zinedine Zidane, había sido relegado a trabajo de oficina durante los días de Lopetegui, que optaba por otros métodos. Las pesas volvieron a tener importancia en los entrenamientos, bajo la premisa de que el Real Madrid tiene que estar preparado para correr tanto o más que el rival, y así sacar provecho de la diferencia de jerarquía individual. La plantilla, por lo pronto, está feliz con volver a aplicar las fórmulas que formaron parte de la preparación para conseguir la UEFA Champions League tres veces consecutivas. Y el fruto del trabajo, tarde o temprano, se verá plasmado. Si lo dejan, claro.